Hay celebridades que llegan al mundo para dejar una huella mayor al arte que intentaron plasmar. Personas cuyo propósito se descubre una vez han pasado al Otro lado. Hay muchos grandes artistas reconocidos después de morir, como Van Gogh, Kafka, Galilei o escritores como Stieg Larsson, Emily Dickinson o Gustavo Adolfo Bécquer.
Otros quizá un poco más afortunados, mueren poco después de que sus obras comienzan a ver la luz. Viven el tiempo suficiente para ver un reconocimiento público de su trabajo. Y cuando mueren, se dan a conocer también otras muchas cualidades suyas, además de impulsar su propia obra. Paradójicamente, su mayor portavoz ha sido su muerte. Este es el caso de Chadwick Boseman, actor, dramaturgo y guionista. Pero también, buena persona, líder, protector, cuidador, un hombre de fe, orgulloso, puro, regio y divertido.
Un hombre a quien sus amigos han alabado y llorado su pérdida, no sólo por sus grandes cualidades como artista, sino por lo buena persona que era. Sienna Miller llegó a afirmar que renunció a parte de su salario para igualar el de ella en la película “21 Bridges” (Manhattan sin salida en castellano).
Lo describen como un líder y un cuidador. Un hombre de fe, dignidad y orgullo, elegante, amable y gentil, que protegió a su gente de su sufrimiento. Una persona que aprovechó su vida al máximo, que vivió una vida hermosa creando obras de arte. Que ayudó a crear la fundación Make a Wish para ayudar a niños con enfermedades terminales, donde colaboró para animarles durante la pandemia, en sus últimos meses de vida. Porque él sabía muy bien que estos niños pasan por un infierno y hacía lo que podía por aliviarles y darles alguna alegría. Alguien que de verdad quería marcar una diferencia palpable en el mundo.
La muerte ha sido el catalizador de personas como él, su mayor altavoz, su punto de partida.
Le cedo ahora mi teclado, para que sea él quien te cuente su historia.
“Nací un 29 de noviembre de 1976, en el Sur de Carolina, el único hijo de mi padre, Leroy, que se dedicó toda su vida a la industria textil y montó su propia tapicería, y de mi madre, Carolyne, enfermera de vocación.
En el colegio yo destacaba en los deportes, en particular en baloncesto y en boxeo. Me encantaban los valores que aprendía jugando, disciplina, perseverancia y compañerismo. En el equipo nos cuidamos unos a otros. Pero en el fondo de mí, yo soñaba con dedicarme al mundo de las historias, al cine.

Aunque nadie en mi familia había soñado con ello, yo me atreví a estudiar en la Universidad de Howard, en Washington de donde me gradué con un título en Dirección de Bellas Artes. Una de mis profesoras, Phylicia Rashad, que se convirtió en una de mis mentoras, contactó con algunos amigos, entre ellos, el que más se involucraba con ella y los alumnos, Denzel Washington, que también se hizo amigo mío. Sus amigos y Denzel crearon un fondo monetario gracias al cual algunos compañeros y yo pudimos asistir al British American Drama en la Universidad de Oxford, en Inglaterra.
Mis padres nunca habrían podido financiar unos estudios así y yo mismo tampoco podría haber conseguido ese dinero. Gracias a la caridad de estos artistas, que creen firmemente en lo que hacen y que desean que más personas talentosas se unan al sector, mis compañeros y yo pudimos seguir formándonos en una gran escuela.
Me encantó todo lo que aprendí allí e incluso empecé a trabajar como dramaturgo, sector en el que recibí críticas positivas. En 2003 aparecí en la serie Third Watch, y me convertí en un actor recurrente en All My Children, pero me apartaron cuando critiqué la forma en la que se trataban los estereotipos raciales.
En el cine pasa como en la mayoría de trabajos, quizá incluso más porque tenemos menos regulación laboral. Si criticas algo del guión, del director, o de la producción, es probable que te dejen de lado.
No dejé que esta mala experiencia mermara mis ánimos, y continué persistiendo en la búsqueda de mi sueño de dirigir películas para la gran pantalla. Esta industria puede ser muy dura, pero no me importaba, conocía mi sueño. Por eso, en 2008 decidí mudarme a Los Ángeles, el epicentro de la creatividad y la imaginación, donde si te cruzas con la suerte, puedes encontrar las mejores oportunidades.
Y así fue. Durante años empecé a hacer mis pequeñas apariciones en pantalla, hasta que en 2013 me dieron el papel protagonista para “42: La verdadera historia de una leyenda del deporte”, una historia biográfica sobre la vida de Jackie Robinson, el primer jugador negro en llegar a las ligas mayores de béisbol. Lo que más me gustó de este papel, fue que hay un cierto aspecto meditativo alrededor de estar en el campo. Tienes que estar tranquilo y no puedes estar en tu mente. Esa es la belleza de lo que hizo Jackie. El béisbol es un deporte en el que si estás en tu mente, en tus pensamientos, cometerás un error tras otro, y fallarás la mayor parte del tiempo. Cuando en cambio estás en lo que sucede a tu alrededor, puedes tener la oportunidad de ganar. Eso es lo más maravilloso y no me di cuenta hasta que lo practiqué cada día.
Sé que los jugadores de béisbol tienen ciertos rituales o hábitos que desarrollan, que a veces se convierte en algo supersticioso. Lo hacen para sumergir su mente en el estado en el que necesitan estar.
La película fue un éxito, y la verdad es que me llegaron críticas muy buenas. A partir de entonces continué ascendiendo en el interés de los cineastas, pero fue el papel de Black Panther el que me llevó al estrellato definitivo a partir del año 2016. Lo que no sabía era que ese año en el que mi carrera se catapultaría, también mi vida empezaría a llegar a su final.

En 2015 me llamaron para saber si me interesaría trabajar como protagonista en el papel de un superhéroe. Al principio no me dijeron el nombre ni nada relacionado, porque todas estas cosas siempre se hacen con el mayor de los secretismos. Accedí aunque no sabía de quién se podía tratar, yo no sabía mucho en materia de cómics.
Curiosamente ya había recibido señales de que este personaje sería algún día mío. Mientras rodaba la película anterior, me hice amigo de un hombre que trabajaba en el set, Charles Carter. Él era amante de los cómics, y un día me regaló su copia del primer episodio de Black Panther. “Este papel algún día será tuyo, ya lo verás. Eres tú”, me dijo cuando me lo entregó. Le dije que en caso de salir una película de este personaje, esa revista valdría mucho dinero y que lo perdería si me lo regalaba. “No me importa”, me respondió Charles, “sólo acuérdate de mí cuando seas muy famoso”. Y lo hice, le conseguí entradas para el pre-estreno (eran muy difíciles de conseguir, incluso para mí), nos hicimos unas fotos y se lo agradecí. Además, cuando me llamaron para tentarme y saber si me interesaba un papel de esas características, aparqué el coche justo en frente de una tienda que tenía el escaparate lleno de peluches con panteras negras.
Estaba escrito de alguna forma que yo tenía que hacer este papel. No me cabe duda.
Pero nada más estrenarse la película de “Soldado de Invierno”, del Capitán América, donde aparezco por primera vez, me diagnosticaron un cáncer de colón en estadio 3. Estaba avanzado.
No sabía si sobreviviría a él, pero decidí tres cosas: haría todo lo que pudiera para mejorar y sanarme, no se lo diría a nadie -tan sólo a las personas que realmente eran más cercanas a mí (la fama atrae a muchos amigos, pero no son necesariamente tan cercanos como los que sí son tu familia)– y seguiría avanzando con mi vida.
En 2018 se estrenó Black Panther, una película que fue todo un éxito. La crítica lo alabó, conseguimos recaudar muchísimo dinero, fue de las películas más rentables de las rodadas por Marvel, y además, nos llevamos 3 Óscars. Después aparecí también como T’Challa en Avengers Endgame, en 2019, pero sería la última vez.
La historia de Wakanda me emocionó. Puedes decir que es una nación fantasiosa, pero tener la oportunidad de tirar de ideas reales, sitios de verdad, y conceptos africanos que existen en la realidad, juntarlos todos en esta idea de “Wakanda”, es una gran ocasión para desarrollar un sentido de identidad, especialmente si estás desconectado de ello. Pero yo no tenía intención de convertirme en un símbolo cuando la filmaba. Esas cosas pueden suceder o no, pero uno no puede trabajar pensando que va a ser un símbolo o un ejemplo para los demás.

Todo ese tiempo, continué trabajando y dando lo mejor de mí mismo, mientras tenía que realizar cirugías y someterme a tratamientos en el más profundo silencio. Nunca me quejé. Nunca nadie notó que estaba enfermo, sólo algunos fans lo sospecharon cuando lancé un vídeo en el 2020 donde se me veía delgado, demacrado y cerca de perder mi aliento. Quería hablar sobre la pandemia, quería animar al mundo a seguir viviendo, a seguir respirando, a seguir sumando.

Soy un artista. Los artistas no necesitamos permiso para trabajar. Al margen de que esté trabajando o no, escribo. Y de hecho, escribo cuando estoy cansado porque creo que es cuando tus pensamientos más puros salen a la superficie.
Chadwick Boseman
He tratado de vivir la vida al máximo, sin miedo, exprimirla. Al margen de lo que dijeran los demás. No he querido ser inspiración para nadie, pero sé que de alguna manera lo he sido. He hecho muchos amigos que me han alabado y apoyado, especialmente después de mi muerte, que no esperaban. Lamento que se llevaran la noticia que yo ya conocía, después de hacerse realidad. Nunca me gustó mostrar mi intimidad a los demás, algo que siempre respetaron y creo que ha día de hoy han sabido aceptar.
Cuando me muestre delante de Dios al final de mi vida, espero no haber guardado ni una sola chispa del talento que me él me dio. Le diría “he usado todo lo que me regalaste”.
Chadwick Boseman
Fallecí el 28 de agosto del año 2020, debido a un empeoramiento del cáncer. No dije nada a nadie, así que mi muerte fue una sorpresa para el mundo. Curiosamente, así me consagré como un ícono para la comunidad negra y de ascendencia africana. Marqué a una generación como el primer superhéroe afroamericano.
Como dice mi propio personaje, T’Challa en Black Planter: «En mi cultura la muerte no es el final. Es más un punto de partida. Alcanzas con ambas manos a Bast y Sekhmey, y ellos te llevan al llano verde donde podrás correr por siempre».
T’Challa en Black Panther.









*Esta historia ha sido escrita por Ana Fuentes.
Fuentes utilizadas: