Diane, la mujer que prefirió ser libre antes que princesa

Esos días que no te sientes muy cómoda con tu cuerpo pero tienes algún evento obligatorio, abrir el armario y elegir vestuario es la gran odisea. Para esa clase de días, es muy útil tener una prenda versátil, que sabes que te sienta bien, te sientes cómoda con ella y además, sirve para variedad de ocasiones.

Un vestido que cumple con estas cualidades, que sienta bien a la mayoría y es muy polivalente, es el “Wrap Dress” o “vestido cruzado”. 

Esta es la historia de la mujer que lo diseñó, alguien que pudiendo haber tenido una vida cómoda como princesa, decidió crear su propio destino y arriesgarse a vivir su vida como una mujer libre y dueña de sí misma (tal como siempre soñó). 

Es la historia de Diane Simone Michelle Halfin, más conocida como Diane Von Fürstenberg. 

Le cedo a ella mi teclado, para que te la cuente ella misma de primera mano…


Nací en Bruselas, el 31 de diciembre de 1946, como Diane Simone Michelle Halfin, en el seno de un matrimonio judío. Mi madre fue una de las supervivientes de Auschwitz, y me tuvo un año y medio después de ser liberada. Ella fue mi gran modelo a seguir, de la que aprendí a ser fuerte y a seguir adelante.

A pesar de haber tenido que sobrevivir a una guerra tan dura, mis padres rehicieron su vida y consiguieron recuperar su estatus de clase media- alta.

Mi madre estaba convencida de la importancia de la educación y de ser una persona independiente, por eso, con 12 años me enviaron a una escuela-residencia, y con 15 ingresé en el colegio Oxfordshire. 4 años más tarde, en 1965, viajé a Madrid para estudiar español haciendo un curso de Filosofía y Letras. Después volví a Suiza para realizar mis estudios de Economía en la Universidad de Ginebra. 

Desde pequeña yo no sabía qué quería hacer con mi vida, pero sí sabía cómo quería ser. Soñaba con ser una mujer liberada, una mujer que tuviera el control de su vida (algo que para la época era un sueño surrealista). Mi manera de conseguirlo fue a través de la moda, como ahora te contaré 😉

Cuando estudiaba en la Universidad conocí a Egon von Fürstenberg, el hijo mayor de un príncipe alemán y su primera esposa (heredera de la fortuna de Fiat). Ya sabes cómo pueden llegar a ser dos jóvenes enamorados, así que no aguantamos mucho y nos casamos nada más terminar los estudios. 

En el minuto en el que supe que iba a ser la mujer de Egon, decidí comenzar una carrera. Quería ser alguien con aspiraciones, y no solo una chica cualquiera que se casa con un príncipe.

Nos mudamos a Nueva York para empezar a disfrutar de nuestra vida de casados, pero tan sólo 6 meses después de nuestra boda tuvimos a nuestro primer hijo, el príncipe Alexandre; y un año y medio más tarde a la segunda, la princesa Tatiana Von Fürstenberg. 

Egon y Diane von Fürstenberg

Asentados en la gran ciudad, empecé en el mundo de la moda, trabajando para un gran fabricante textil, Angelo Ferretti. 

Trabajar para él estaba bien, pero yo quería más. Quería mantener mi elevado estilo de vida sin depender del dinero de mi marido. Me gustaba mucho diseñar, así que cada día me forzaba a crear diseños de ropa. Después de mucho esfuerzo, di con una idea que llamé “Topsi” y fueron mis primeros vestidos de punto de seda, pero necesitaba recursos para crearla, y quería labrarme mi propia carrera al margen de mi marido.

Decidí acudir a mi jefe para preguntarle si podía crear una línea de prendas con sus telas e intentar venderlas en Estados Unidos. 

Admito que ser una princesa bien relacionada en Nueva York, me ayudó a “tirar de contactos” y plantarme frente a la entonces todopoderosa editora de moda de Vogue, Diana Vreeland con mis diseños. Le encantó mi trabajo, me apoyó, me aplaudió frente al público y así, afianzó mi trabajo. 

La clave de aquello no fue el diseño en sí, sino que no llegué ante ella con una bonita idea y el trabajo duro por desarrollar, sino que fui con un paquete. Había diseñado todo lo que concernía a la creación de este producto, todo el trabajo estaba hecho. No me aplaudió porque tuviera un sueño, tuviese buen gusto o un “aura bonita», sino que llegué con todo bien digerido: material a utilizar, coste de las prendas y de la mano de obra, estimación de las ventas, implantación… Había trabajado mucho en mi idea. 

Ella me confesó que lo que le resultó clave de mí, no fue mi idea, sino que estaba completamente apasionada e involucrada con tener éxito. 

Le pedí prestado a mi padre 30.000 dólares (siendo coherente conmigo misma decidí evitar pedírselos a mi marido), que me sirvieron para abrir mi primera tienda en Manhattan. 

Así empecé a vender mis diseños y a ser reconocida dentro de la urbe. El hecho de que yo era una mujer joven de 20 años, diseñadora y princesa, llamaba mucho la atención. Mi marido y yo nos convertimos en el fiel reflejo del glamour de los años 70, llevando un estilo de vida muy exótico para el momento, alternando fiestas y galas en las que asistían desde Salvador Dalí hasta los Duques de Windsor. 

Pero las cosas empezaron a escaparse de nuestras manos… 

Atraídos por mi reconocimiento como diseñadora de moda emergente, la revista New York Magazine decidió sacarnos en una de sus portadas. Para redactar su artículo, nos hicieron una entrevista en la que ambos tuvimos que reconocer lo que ya era un rumor a gritos entre nuestros conocidos. 

Publicaron la pieza bajo el título “La pareja que lo tiene todo, ¿es todo suficiente?”, y en él, describían nuestra existencia lujosa, típica de la alta sociedad americana. También hablaban de mis raíces y de cómo me había casado con “mi príncipe azul”, Egon, para después pasar a una parte más morbosa.

Hablaban de que ambos teníamos affairs por nuestra cuenta, y lo hacían con un tono frívolo, sin darle importancia. Egon había reconocido públicamente tener historias con otra gente, lo que resultó muy doloroso para mí, a pesar de que seguí actuando fríamente, como si no me importara.

New York Magazine

Leer estas declaraciones en el New York Magazine, produjo un punto de inflexión en mi vida. 

Reaccioné teniendo un lío secreto también. Fue mi reconocimiento de la pérdida de intimidad entre nosotros y el retrato de superficialidad que salía del artículo, lo que me forzó a afrontar que mi matrimonio estaba roto.

Me divorcié de mi marido tras 3 años de matrimonio y 2 hijos en común, y decidí que no deseaba tener esa vida superficial. 

Me volqué de nuevo en mis diseños, y gracias a ello, tuve una nueva idea que definió para siempre mi vida. En  1974 diseñé el Wrap Dress, el vestido cruzado o envolvente.

Wrap Dress o Vestido Cruzado

¡Y fue un exitazo! Todas las mujeres de EEUU querían tener uno. Alguien me dijo una vez: “este es el vestido que le gusta a tu novio y que a tu madre no le preocupa”. 

Era la versatilidad hecha vestido, fácil de poner y fácil de quitar. Sin botones ni cremalleras, sentaba bien a todo tipo de siluetas. Era femenino y sexy, pero apropiado para el trabajo y con un precio muy asequible de 86 dólares. 

Me invitaron a la semana de la moda de Nueva York para mostrarlo, vendí 5 millones de copias, lo imitaron hasta la saciedad y se convirtió en una especie de uniforme en la época de la emancipación de la mujer. 

Incluso la cantante y compositora feminista Dolly Parton, escribió una canción en la que describía a la mujer americana trabajadora y emancipada, vistiendo prendas de diseño diseñadas por mí.

*Actualmente uno de mis primeros vestidos se encuentra en el Museo de Arte Metropolitano en Nueva York. 

Entre mi divorció y aquél vestido, los años 70 fueron frenéticos para mí. Me convertí en una mujer de negocios de éxito. Incluso lancé una línea de cosmética, un perfume llamado como hija, Tatiana, bolsos, accesorios…

Llevaba las riendas de mi negocio, criaba a mis hijos y por las noches quemaba la pista de baile en el Estudio 54. 

Mi imagen glamurosa acompañaba un estilo de vida aspiracional, con el que el común de los mortales sólo podía soñar. Incluso Andy Warhol, un buen amigo, llegó a retratarme, confirmando así que mi cara era una de las más famosas de América. 

Salí con algunos de los hombres más atractivos de la época, actores y otros hombres muy atractivos. Uno que captó el interés de la prensa fue un brasileño que conocí en Bail, a quien dediqué uno de mis perfumes, que llamé “Volcain d’amour”, por lo que podrás imaginar… 

Incluso tuve un romance con Richard Gere poco después de su película “Oficial y Caballero», pero no duramos mucho porque su agente consideró que nuestra relación no sería buena para su carrera. 

Aún así tenía mis complejos físicos y tenía celos de otras mujeres más bellas, como la mayoría de nosotras por desgracia. Y aquello me llevó a hacer algunas tonterías, como por ejemplo, en en mi primera cita con el guapísimo Ryan O’neal, para estar lo más delgada posible, me tomé una pastilla diurética que me obligó a pasarme toda la velada yendo al lavabo. 

Con el tiempo tienes que aprender a aceptarte a ti misma. Y después de un tiempo, incluso ves cómo tu nariz realmente queda bien en tu cara.

Retrato de Andy Warhol

En los 80 empecé a salir con un famoso novelista llamado Alain Elkann, y decidimos mudarnos a París. Yo vendí mi compañía, que estaba en la cima del éxito, y monté una editorial donde estuve trabajando 5 años, llamada Salvy. Al final, aquello tampoco salió bien porque había mucho lío entre medio. Fíjate que era el ex marido de la prima de mi ex-marido. Las víboras de los chismes sociales tuvieron con eso su bombazo de rumores. 

Con Alain Elkann

Rompí con Elkann y volví a Estados Unidos. Pero esta fue una época muy muy dura, porque me di cuenta que mi trabajo y mi marca eran mi identidad, y al haberla vendido, la había perdido. 

Apenas ganaba dinero y estaba al borde de la bancarrota. Además en aquel entonces me diagnosticaron un cáncer de lengua, que tuve que tratar durante 2 años. 

Cuando me recuperé, me convencí de que podría recuperar la marca que yo solita había construido. Gracias a esa certeza, en el 97 relancé “Diane Von Fürstenberg” como marca y con mi famoso vestido Wrap. Compré un estudio, me encerré a diseñar y trabajar y cuando lo saqué a la venta como una línea de alta costura y en menos de media hora se agotó toda la colección. 

Me estaba haciendo mayor, pero en cuanto a mi trabajo, cuanto más madura me hacía, más joven se vuelve mi marca. Mis clientes son cada vez más jóvenes mientras que yo me hago más vieja. Los únicos 2 inconvenientes que tengo como mujer madura es que tengo menos tiempo por delante y que físicamente no me veo igual de bien que antes. Pero todo lo demás, es mucho mejor que cuando era más joven. 

En 2001 me volví a casar con un magnate de los medios de comunicación, Barry Diller, con quien había salido de vez en cuando durante los 70. A veces las cosas no salen en el momento adecuado, pero pueden tener su oportunidad más tarde.

En 2005, la CFDA (Council of Fashion Designers of America) me otorgó un galardón en reconocimiento a todos los logros en mi carrera como diseñadora. Y al año siguiente me nombraron presidenta. 

Estos últimos años no han sido muy favorables para mi marca, y de hecho, con la crisis del Coronavirus, tuve que cerrar todas mis tiendas físicas manteniendo sólo una en Manhattan y vendiendo online. Sé que esto ha conllevado cierto descrédito de mi marca por despidos e impagos, pero yo ya estoy mayor y confío en que mi nieta, Alita, sepa desenvolverse en el entorno actual para salvar la marca. 

Por si quieres verlo, aquí te dejo las vistas de mi estudio en NY.

Mi vida sigue brillando con la misma luz, y sigo ligada a una vida de éxito viajes. Es cierto que desde mis inicios conté con el respaldo de una familia acomodada (que supieron rehacer su vida tras la guerra), y un marido millonario detrás. Pero conseguí por mí misma que varias generaciones de mujeres asociasen a mi marca lo que ellas querían llegar a ser. 

Todo el mundo dice que yo hice aquel vestido, pero en realidad, él me hizo a mí. Mi sueño siempre había sido vivir la vida de un hombre con un cuerpo de mujer ¡y lo hice!

A las mujeres que sienten una gran inseguridad en sus vidas, os digo que cuanto mayor control tengan de su vida, mejor. Todos los días de tu vida, hasta que te mueras, tu única compañía continua y constante vas a ser tú. Tienes que depender sólo de ti misma, así nunca podrán decepcionarte. 

Si quieres empezar en el mundo de la moda o en cualquier otro sector, el mejor consejo que te puedo dar es que prestes atención y pongas el foco en lo que TÚ haces, hacerlo con tu corazón y estar seguro de que el producto tiene el precio correcto. Es un trabajo constante, un día tras otro, tras otro… Nunca te estabilizas, nunca puedes relajarte.

Un gran sueño se consigue con muchos pequeños pasos.


Bibliografía utilizada:

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