Me gusta leer desde que era muy pequeña. Con 4 añitos prefería coger uno de los libros de Disney antes que una muñeca. Recuerdo estar fascinada con un personaje que se llamaba Kika Superbruja cuando tenía 8 años. Tenía todos sus libros y me costaba encontrar los nuevos. Un día, mi madre se fue de viaje a Pamplona y me preguntó qué quería que me trajera de allí. Yo le pedí que por favor me trajera alguno de los libros de Kika que no tuviera. Ella lo buscó por todas partes, pero no dio con ninguno. Uno de los libreros le recomendó llevarme un libro que acababa de salir pero que empezaba a tener mucho éxito en Reino Unido, se llamaba «Harry Potter y la Piedra Filosofal».
Si bien al principio me costó leerlo, porque era más denso que los que estaba acostumbrada, cuando conseguí pasar de cierta página me enganchó y ya no pude soltarlo. El Universo de Harry Potter fue una obsesión para mí, que cambió mi manera de pensar, de sentir y de soñar. Y por eso, siempre estaré agradecida a J.K. Rowling por el esfuerzo que supuso para ella sacarlo adelante.
Soy de esas personas que pueden afirmar que me cambió la vida. No pude dejar de leer desde entonces.
Por eso hoy he decidido cederle mi teclado a esta gran creadora, que ha despertado en muchos de nosotros el amor por la lectura y la esperanza de que exista la magia.
«Nací en Chipping Sodbury, cerca de Bristol, en Reino Unido, el 31 de julio de 1965. Mi padre, Peter, era ingeniero de la compañía Rolls-Royce y estaba casado con una escocesa con raíces francesas, Anne. Se conocieron en un tren que salía de la estación de King’s Cross en Londres (¿te suena?). Tuvimos que cambiar de residencia en varias ocasiones durante mi infancia, hasta que nos instalamos en el lugar soñado por mis padres, el condado de Gwent llamada Forest of Dean, núcleo de población cercano a Chepstow, donde jugábamos en los verdes campos británicos próximos al río Wye. En una de las ciudades en las que vivimos antes, en Winterbourne, conocí a un niño que se llamaba Ian Potter, un nombre que guardé en mi memoria para utilizarlo unos años más tarde.

Desde siempre me gustaba leer y escribir historias que solía contar a mi hermana pequeña y a mis amigos en el colegio. Al primer cuento que escribí lo llamé Rabbit. Mi tía abuela me regaló la autobiografía de Jessica Mitford, Hons and Rebels, quien se convirtió en mi heroína y marcó una infancia y adolescencia muy ligadas a la literatura.
Era una niña pecosa, estudiosa y bastante insegura, una «gafotas». Además de la lectura, me interesaban los idiomas. Era una alumna aplicada, que destacaba por mi manera de contar historias. Incluso en el recreo mis amigos se sentaban a mi alrededor para que les contase alguno de mis relatos. Durante mi adolescencia escribí mucho, pero, con la excepción de algunos cuentos que me parecían divertidos, nunca me atreví a mostrar mis manuscritos a nadie.

Elegí estudiar una doble titulación en filología francesa y clásica (inglesa) en la Universidad de Exeter, donde, siguiendo el consejo que me había dado mi padre, estudié francés con el propósito de encontrar después un buen trabajo como secretaria bilingüe. Una vez obtuve los títulos de lengua y literatura francesas, me trasladé a la sede de Amnistía Internacional en Londres para realizar un trabajo de investigación sobre las violaciones a los derechos humanos en el África francófona.

En 1990 época empecé a trabajar como secretaria, pero pronto descubrí que el orden y la rutina no iban conmigo. Tuve varias experiencias frustrantes en diferentes empresas en las que me echaron porque no era capaz de cumplir con el trabajo.
Aquel mismo año, con 25 años, tomé un tren de Manchester a Londres que tuvo una avería, haciéndolo retrasarse 4 horas. Este inconveniente resultó ser clave en mi vida, porque fue ahí donde tuve una especie de iluminación con una idea sobre una escuela de magos, un chico que no sabía que era mago y que llevaría una vida normal sin saberlo, hasta que recibiría una invitación de la escuela de magia.
A pesar de ser una persona muy insegura, que apenas creía en mí misma, aquella idea me entusiasmó tanto que al llegar a mi apartamento, me lancé frente a la libreta y comencé a escribirla de inmediato.
Seis meses después, durante el mismo año, mi madre murió de la enfermedad contra la que estaba luchando desde hacía más de 10 años, la esclerosis múltiple. Aquello fue un golpe muy duro, porque me sentía muy unida a ella -más que a mi padre- y además era la única que apoyaba mi sueño de ser escritora.

Para escapar de un dolor que apenas sabía manejar a mis 26 años, me mudé a Oporto, en Portugal, para dar clases de inglés a otros niños. Cuando pasaron 2 años de mi estancia allí conocí al periodista Jorge Arantes, de quien me enamoré perdidamente. Nos casamos y tuvimos una hija, Jessica, igual que mi heroína de la infancia (la autora del libro del que te hablé hace unos párrafos).
El matrimonio resultó ser corto y catastrófico. Mi esposo era infiel y alcohólico, así que fue una etapa muy dura. Duramos 13 meses y 1 día.
Una mañana, me levanté, cogí a Jessica y nos marchamos a Edimburgo, en Escocia, para vivir cerca de mi hermana. Al año siguiente mi esposo vino a buscarme, lo que me obligó a interponer una orden de alejamiento y solicitar el divorcio.
El dolor por la muerte de mi madre, que no había afrontado, y el estrés de la reciente separación me habían dejado traumatizada. Estaba clínicamente deprimida, sin trabajo y prácticamente pobre. Mi desesperación era tal que llegué a ver el suicidio como una opción, pero encontré en mi hija la motivación para seguir adelante.
Aunque la experiencia fue traumática, hoy por hoy no me arrepiento de nada. Volvería a vivirlo de nuevo, paso tras paso, para poder tener a mi hija, que es una niña increíble y que ha mejorado mi mundo desde que llegó. Así que no me arrepiento en absoluto.

En aquel momento tan duro, divorciada, madre soltera y desempleada, vivía de subsidios que me permitían seguir adelante. Mi única esperanza era terminar el libro que había empezado a escribir años atrás sobre un mago llamado Harry Potter. Como estaba sola, la única forma de dormir a mi pequeña era dando un paseo, no podía dejarla conn nadie. Aprovechaba para entrar a ratitos en cafeterías donde tuvieran calefacción y así continuar escribiendo, hasta que conseguí completar mi primera novela.

En 1995 terminé el manuscrito de Harry Potter y la Piedra Filosofal, y, en aquel momento que no había Internet y era más difícil conseguir contactos, decidí hablar con una agencia para que me ayudara en la búsqueda. Lo envié a un agente que la verdad, elegí porque me hacía gracia su nombre, Christopher Little (de la Literary Agency LLP), quien aceptó representarme tras recibir los 3 primeros capítulos de la novela. Me ayudaría a encontrar una editorial para publicarlo. Pero aunque a él le fascinaba el libro, tuvimos que buscar durante un año en el que 12 editoriales rechazaron mi proyecto, hasta que dimos con una, que era bastante pequeña, que decidió aceptar: la editorial Bloomsbury.
Me dieron la nueva noticia de su aceptación junto a un adelanto de 1.800 dólares que agradecí infinitamente. Pero la editorial me recomendó conseguir un trabajo porque no estaban seguros de que pudiese ganar mucho dinero con un libro para niños.
Me pidieron además utilizar un pseudónimo con 2 iniciales, porque temían que los lectores más jóvenes decidieran no comprar el libro por estar escrito por una mujer. Elegí la J de mi nombre, y la K de Kathleen, mi abuela paterna. Surgió así mi pseudónimo para esconder mi género, pero este “anonimato” duró poco, porque cuando el libro empezó a venderse, me hicieron bastantes entrevistas…

En 1997 recibí una beca de 9.700 dólares para continuar escribiendo la segunda parte del libro. Ese año se publicaron en Europa 1.000 copias del primero, de las cuales, 500 fueron distribuidas en bibliotecas. También comenzó una subasta por los derechos para publicar el libro en EEUU, ganada por la editorial Scholastic por 105 mil dólares, ¡una fortuna! Cinco meses después del lanzamiento, empecé a ganar diversos premios que elogiaban y daban prestigio a la novela.
Harry Potter y la Cámara Secreta salió con éxito en julio de 1998, año en el que la Warner Bross decidió adquirir los derechos para las dos primeras películas. Estas cosas como ves, se mueven rápido.
La tercera novela salió en 1999 y la cuarta, el 8 de julio del año 2000. De esta se vendieron en UK más de 372.000 copias en el primer día, cifra que superaba las ventas anuales de la primera. Y en EEUU, más de 3 millones de copias en 48 horas, batiendo récords en ventas. Los cuatro primeros libros se convirtieron en los más rápidamente vendidos en la historia, así como los últimos.
Todo empezaba a ir muy rápido, ¡era una locura! Yo nunca habría podido imaginar, nunca, vivir algo parecido. ¡Era una escritora! Ningún escritor en la historia mundial se había hecho tan famoso, ni vendido tantísimo en un plazo tan breve.

En 2001 se estrenó la primera versión cinematográfica de Harry Potter y la Piedra Filosofal, recibiendo unas críticas muy positivas por parte de toda la prensa. Recaudó 975 millones de dólares en todo el mundo y obtuvo 3 nominaciones a los Óscars. Esto catapultó la fama de las novelas y se firmaron los contratos para sacar al mercado del cine el resto de las novelas.
Participé activamente en el desarrollo y producción de las películas, porque no quería que entrasen en conflicto con las novelas, que fueran la típica versión que difiere tanto de la original que, al final, tienes dos obras distintas. Si bien una película no puede contener tanta información como un libro, quería que captase lo mejor posible su esencia. Incluso me encargué de hacer el casting de los protagonistas.

Esta saga ha recaudado más de 7.700 millones de dólares durante más de una década alrededor del mundo, lo que la convierte en la segunda franquicia cinematográfica más taquillera de la historia, sólo por detrás de Marvel.
La marca registrada Harry Potter cuesta hoy más de 15 mil millones de dólares.
Pasé 17 años de mi vida escribiendo sobre las aventuras de Harry Potter y sus amigos. Un personaje que nació en mi mente mientras viajaba en tren, que ha cambiado mi vida y al parecer, ha influenciado la de muchísimos niños que dejaron de lado las pantallas para tomar los libros.
Una vez, una chica se me acercó corriendo para decirme algo que me dejó fascinada: “Tú eres mi infancia”.

El dinero por supuesto me ha cambiado la vida, pero en un sentido que quizá no es lo que imaginas. No me siento más feliz por él, pero sí me siento libre. No tengo que hacer algo porque lo necesite, sino porque quiero hacerlo.
Por ejemplo, no conduzco porque me aterrorizan los coches, me da mucho miedo. Ahora puedo permitirme tener un conductor, aunque a veces cojo el autobús.
Nunca habría imaginado tener la vida que tengo ahora. Realmente nunca. Superó con creces cualquier marca personal que me hubiese planteado. Y no estaba en absoluto preparada para esto, incluso llegué a tener miedo durante un tiempo.
Empecé a ser reconocida por la calle, no poder ir a cualquier sitio, e incluso a ver cómo los periodistas buscaban noticias sobre mí en mis cubos de basura.
Como escritor no hay manera de pensar que algún día llegarás a tener esta fama y este dinero. No es lo normal. Un escritor se puede ganar la vida pero es incluso complicado llegar ahí.

Hoy soy consciente de que a la hora de elegir a mi marido, repetí un patrón que había aprendido durante mi infancia, como hacemos todos. Si bien fue un error, aquello me enseñó a tener un fuerte instinto de supervivencia. Cuando me di cuenta de que era momento de irse, me fui.
De una manera extraña. todas esas situaciones tan duras por las que pasé, me dieron luz e iluminaron mi camino, pero no lo hicieron de golpe. Cuando mi matrimonio terminó, dediqué mucho tiempo a pensar. Primero sobre mí y en por qué las cosas se dieron así. Pasaron 7 años antes de que conociera al hombre correcto. Y necesité todo ese tiempo.
En 2001 me casé con un anestesiólogo, Neil Murray, en una ceremonia privada en mi hogar (Escocia). Tuvimos dos hijos y seguimos juntos a día de hoy, viviendo en Edimburgo.

Una semana antes de conocer a Neil recuerdo estar hablando con una muy buena amiga, que me preguntó: “¿Qué te gustaría de un hombre?”, lo que me hizo reflexionar y responder “Querría estar con alguien inteligente, porque yo valoro mucho esta cualidad; que tuviera su propia carrera, integridad, amabilidad, y un gran sentido de su identidad. Estas son cualidades que me gustarían mucho”. Ella me miró y me dijo: “Bueno, eso no va a suceder”. Y lo encontré a la semana siguiente.
Lo único que lamento en mi vida es que mi madre nunca viera nada de esto. Y puedo decir, que estoy 100% segura de que a ella le habría gustado leer a Harry Potter. No llegué a hablarle nunca de él, a pesar de que empezase a escribirlo 6 meses antes de que ella falleciera. Esta idea es desgarradora para mí.
Pero lo curioso es que así es la vida, ¿no crees? Mis libros no serían lo que son si ella no hubiera fallecido. Su muerte está virtualmente impregnada en cada una de las páginas de Harry Potter. Al menos la mitad del viaje de Harry se trata de la muerte en sus diversas formas, de lo que le hace a los que se quedan aquí vivos, de lo que significa morir, de lo que sobrevive a la muerte… todo está en el libro.
Pienso que si ella no hubiera muerto, no habría un Harry Potter. Los libros son lo que son porque yo amaba a mi madre y ella murió. Esta es la razón por la que son lo que son.
Yo usé lo bueno, lo malo y lo feo de mi vida para crear este Universo de magia.
Los dementores, las terroríficas criaturas que se alimentan de la felicidad humana provocando desesperación en los que se cruzan en su camino, son en realidad los rastros de la depresión por la que pasé.
Creo que siempre tuve tendencia a la depresión, desde muy joven. Desde los 25 hasta los 28 fue una época muy oscura para mí, en la que vivía en una ausencia de sentimiento. Incluso perdí la esperanza de llegar a sentirme mejor algún día.
Este es un sentimiento difícil de contar a alguien que no se haya sentido nunca así. No es tristeza, que también la conozco muy bien, pero esta no es mala. Llorar y sentirlo, no es malo, es natural.
Lo peor es la fría ausencia de sentimiento, lo que realmente vacía el alma. Eso es lo que sentí en un período de mi vida, la sensación horrenda que utilicé para crear a los Dementores.
También aprendí que hay que dejar de pretender ser una cosa distinta a lo que eres. Yo dejé de hacerlo, y en ese momento, empecé a dirigir todas mis energías a terminar el único trabajo que me importaba. Me liberé porque mi mayor preocupación se había cumplido y todavía estaba viva. Y además, tenía una hija a la que adoraba, una máquina de escribir y una gran idea. Lo poco que tenía llegó a ser la base sobre la cual rehice mi vida.
Es imposible vivir sin fallar en algo, salvo que vivas con tanta cautela que a lo mejor puede que no estés viviendo plenamente.
Hablamos mucho del éxito pero no hablamos tanto del fracaso. Todas las personas que he podido conocer desde que creé Harry Potter, que han sido muchas y muy diferentes, tienen una habilidad que es increíble. Y es la de resistir los fracasos una y otra vez, e incluso usarlos para mejorar.
A menudo conozco a personas que están aterradas, que prefieren hacer cualquier otra cosa antes que fracasar. Y yo aquí tengo el ejemplo de la precariedad. Vivir en aquellas condiciones no fue divertido, en absoluto, pero fue liberador. ¿Qué podía perder?

Es difícil saber lo que uno sabe con seguridad. Pero si tuviera que elegir algo, diría que sé que el amor es la cosa más poderosa de… todo. De absolutamente todo.
Recuerdo haber pensado esto cuando sucedió el 11S. Las últimas llamadas que se hicieron eran llamadas de amor. ¿Qué es más poderoso que esto? ¿Qué más prueba que esta? Más allá del temor, más allá de la muerte.
Mi sueño de felicidad lo expresa Dumbledore. En el primer libro, le dice a Harry que el hombre más feliz de la tierra podía mirarse en el espejo y verse exactamente tal como es. Y yo no estoy ahí todavía, pero estoy muy cerca.
Ahora sigo escribiendo libros, para niños y adultos, soy productora de cine británico y guionista. Cuento con una fortuna de más de 650 millones de dólares. Forbes me nombró como la primera persona que ganó 1.000 millones de dólares por escribir libros, y actualmente soy la segunda escritora mejor pagada del mundo, detrás del prolífico James Patterson. He vendido más de 500 millones de libros alrededor del mundo. Aunque lo que más dinero me hace ganar son los derechos del parque de atracciones de Universal Studios.
Hasta el año 2017 era el número 88 en Forbes de las consideradas Mujeres Más poderosas del planeta. Y hasta la fecha, sigo siendo la Celebridad número 28 en un ranking de 100 personas.
Hace unos años creé una fundación para ayudar a niños, a familias monoparentales y a la enfermedad de esclerosis múltiple. Durante la pandemia, doné 1,25 millones de dólares a la gente sin hogar y a las víctimas de violencia de género.
Algunos periodistas me preguntan si no me da miedo que el resto de mi trabajo no tenga tanto éxito. Pero es que ahora mismo no quiero ni busco repetir el mismo fenómeno que logré con Harry Potter. No me importa si lo siguiente que escriba no es igual de bueno o si no gusta tanto. De verdad, no importa. Ya lo hice, estoy orgullosa por haberlo conseguido y no necesito hacerlo de nuevo.
Ni siquiera cuando lo creé por primera vez pretendí que fuera tan grande. Surgió así, sin esperarlo. Lo mismo haré con el resto de libros que escriba.
Amo a las personas que leyeron Harry Potter, que me acompañaron en el proceso de la forma correcta, y la mitad del último libro está especialmente dedicado a ellos. Pero toda esta fama y esta locura, necesito dejarla atrás.
(*) Lo que también puedo experimentar en estas esferas es la lupa con la que el mundo me mira. Yo tengo mis convicciones ideológicas, nacidas en una época diferente, que son las que son. Puede que no sean las mismas que las tuyas o las de otras personas más jóvenes que han nacido en un mundo distinto al mío. Pero eso no cambia los éxitos que he conseguido, los fracasos que he vivido, ni el Universo que he creado. Por mucho que haya afirmado en el pasado mi apoyo a la comunidad LGTB, algunos alegan que mis declaraciones en redes sociales me alinean con el movimiento TERF (Feministas Radicales Transexcluyentes), algo que ha puesto en mi contra a la opinión pública y al elenco de actores que yo misma seleccioné. Y desde Warner están intentando reducir mi presencia en la saga.
Incluso, uno de los seres que considero la encarnación de Voldemort en la Tierra de los muggles, me ha criticado aunque por otras razones.
El presidente ruso Vladimir Putin, me mencionó al despotricar contra los intentos occidentales de «cancelar» la cultura rusa. Yo respondí a través de un tuit enlazado a un artículo sobre el político opositor encarcelado Alexei Navalny alegando que “las críticas a la cultura occidental de la cancelación tal vez no deberían provenir de quienes masacran a civiles por el crimen de la resistencia o quienes encarcelan y envenenan a sus críticos«.
La fama y el éxito son buenos hasta cierto punto. Por eso repito aquí una de mis frases favoritas del gran Dumbledore: “El hombre más feliz de la tierra podía mirarse en el espejo de Oesed y verse exactamente tal como es”. Verse feliz con lo que tienes y con lo que eres hoy, sea lo que sea.










Bibliografía:
- Entrevista de Oprah
- Discurso en Harvard
- Vídeo bibliográfico
- Forbes
- Reportaje
- Sobre el documental de HBO
- Contra Putin
(*) Nota e idea añadida por la autora de este texto, Ana Fuentes.