Marc Levy, escritor por sorpresa

Marc Levy es el escritor actual más leído en Francia, además de uno de los más prolíficos y traducidos de estos tiempos. Lanza más o menos una novela al año y que se han traducido al menos a 50 idiomas.

Una de sus historias incluso fue llevada al cine, nada más y nada menos que por el gran Steven Spilberg. Pero lo que más llama la atención de este hombre no es tanto su éxito como escritor, sino el hecho de que nunca pensó en serlo, no se formó para ello, no lo planeó, y sin embargo, lo ha hecho. De la noche a la mañana, con 39 años se convirtió en escritor, uno de mucho éxito.

Si quieres saber cómo lo hizo, sigue leyendo. Él mismo te lo cuenta aquí a través de mi teclado


Nací en Boulogne-Billancourt, un pueblecito a las afueras de París (en la zona conocida como la banlieue) en 1961. Con 18 años me inscribí como socorrista en la Cruz Roja y permanecí allí durante 6 años, labor que compaginé con mis estudios de Administración y Computación en la Universidad París-Dauphine.

Siempre he sido muy curioso y me ha gustado mucho viajar, conocer personas y nuevas culturas, e incluso vivir en otros países. Por eso, en 1984 decidí trasladarme a Estados Unidos para fundar una empresa especializada en imagen digital. Tras nueve años de intenso trabajo, la dejé al perder mis acciones y volví a París. Allí de nuevo abrí un despacho de arquitectura, un negocio de diseño interior y construcción que adquirió cierta popularidad.

Pero la razón o el motor por el que ahora soy uno de los autores más leídos de Francia es mi hijo. Cuando era pequeño, le escribía cuentos que después leíamos juntos. Era una costumbre deliciosa para mí, pero con el tiempo dejaron de interesarle mis historias. Aunque me dio pena, comprendo que para un adolescente sea más atractiva la TV que los cuentos que le cuenta su padre. Decidí  entonces escribirle una historia para entregársela años más tarde, cuando tuviera la misma edad que yo en ese momento, 37. Con ella quería decirle que debía perseguir sus sueños y no dejar que nadie se lo impidiera. 

Nunca pude imaginar que aquella historieta creada sin presión ni pensamiento de mostrar a una editorial, se publicaría un año después recibiendo un éxito tan brutal que lograría incluso llegar a la Gran Pantalla.  

Mi hermana, guionista de profesión, me presionó para que la enviara a la editorial francesa “Éditions Robert Laffont”. Le hice caso y me respondieron a los 8 días diciéndome que querían publicar el libro.

Unas semanas más tarde, Steven Spielberg me telefoneó para anunciarme que quería adaptar mi historia al cine (teniendo como resultado Just Like Heaven, película que salió en 5 años después, protagonizada por Reese Whitherspoon y Mark Ruffalo). Tras aquella llamada, dejé el gabinete de arquitectura que dirigía para consagrarme a la escritura. Y desde entonces no he dejado de escribir. No paro de recordarme a mí mismo la gran suerte que he tenido.

Después del éxito de ventas de Et si c’était vrai, publicada en 2000, continué escribiendo otros libros como Où es-tu?, Sept jours pour une éternité…, La prochaine fois, Vous revoir, Les enfants de la liberté, Mes amis mes amours, Las cosas que no nos dijimos, El primer día y La primera noche… ya llevo 22 obras, de las que se han vendido más de 50 millones de ejemplares y se han traducido al menos a 50 idiomas.

La película

Algunos periódicos hablan de mí como un referente indiscutible en la literatura contemporánea… pero no fue siempre así. Recibí muchas críticas negativas cuando empecé, especialmente por introducirme en un sector ajeno a mí, a pesar de que vendiera mucho (o quizá fue precisamente por eso). Pero el tiempo va pasando y muchos de los periodistas y críticos que antes criticaban mis libros, ahora los recomiendan.

Lo cierto es que desde joven me encantaba leer y escribir, pero guardaba esos escritos para mí. Sólo tenía cierto contacto con el mundo de la publicación porque mi padre era editor de libros de arte, y también fue la persona que me transmitió su amor por la lectura, los buenos textos y los grandes escritores.

Viví con mucha humildad el hecho de que Steven Spielberg comprara mi historia. Me di cuenta de que la vida me estaba dando una oportunidad increíble, que yo no me merecía y tenía que trabajar mucho para merecerla.

Es extraño este planteamiento porque el pensamiento judeo-cristiano, es justo lo contrario: primero está la penitencia y después la recompensa. Pero a mí me habían dado la recompensa antes así que debía merecerla después. Las ganas de escribir se han concretado tarde, pero se han impuesto como una pasión evidente.

Así, con 39 años, de un día para otro ya no era el hombre que era antes, me convertí en un escritor. Y este cambio fue una experiencia muy interesante. Durante año he intentado entender lo que me ha sucedido y no quedarme atrapado en “la actitud del escritor”. Me he intentado mantener a cierta distancia de este éxito. Yo tenía una vida antes y sabía que la vida no es una actitud, no es el sobre, es la carta. Pero no es tan fácil no quedarse atrapado en el “sobre”.De hecho, he seguido probando otras profesiones: he dirigido un corto, La lettre de Nabila, para Amnistía Internacional; he escrito canciones para diferentes artistas, como Johnny Hallyday; y he co-escrito con Sylvain Runberg un cómic llamado “L’Agence des invisibles”.

A veces me preguntan si era mi destino convertirme en escritor en lugar de ser arquitecto o diseñador de imagen. Pero no lo sé. Pienso que el destino es una cuestión que la vida te pregunta, y tu destino es tu forma de responder a esa pregunta. El destino es la encrucijada, pero tu destino es qué camino vas a tomar. Y no hay una única encrucijada en la vida, sino muchísimas. Nadie puede predecir cuál será el camino que vas a tomar.

Amo profundamente esta profesión. Esperé a tener 39 años para comprender para qué estoy hecho, y sin duda, es para esto. Siempre voy a continuar escribiendo mientras tenga algo que contar. Cuando ya no tenga nada, no seguiré haciéndolo, no escribiré por escribir.Mi trabajo me llena y me hace feliz. Y aunque mi propósito no es sanar ni ayudar a los demás, a veces sé que consigo hacerlo. Hace un tiempo recibí una carta que nunca olvidaré, que me envió un prisionero. Este hombre llegó a la cárcel por razones políticas y su esposa le dio uno de mis libros “Los niños de la Libertad” que habla sobre los niños llevados a prisión durante la 2ª Guerra Mundial. Me escribió que esta novela le había ayudado mucho a sobrevivir al tiempo en la cárcel, pero hay una frase que me resultó espectacular: “en algún momento logré que me dieran un lápiz y un papel, y en el momento en el que ponía el lápiz sobre el papel, los muros de mi celda desparecían, los barrotes se borraban. Ningún guarda podía evitar que mi espíritu fuera a donde quisiera, yo era libre con este lápiz”. Y es una de los mayores beneficios de la escritura, te hace libre.

Para mí, escribir es una cuestión de libertad. Y la manera de proteger esta libertad es no atarme nunca a un género, experimentar múltiples de ellos. He escrito thrillers, comedias románticas, ficciones, a veces sobre eventos extraordinarios en la Historia. Todos ellos tienen que ser para mí un viaje. No puedo aburrirme con lo que escribo ni tampoco aburrir a mis lectores. Por eso lo hago tan variado y entre ellos hay personas muy diferentes.

Otra película de uno de mis libros

Mi proceso de escritura comienza escuchando, en lugar de hablar y mirando, en lugar de mostrar. Las pequeñas cosas de la vida te llevan a grandes ideas e historias.

Pero ojo, hay que diferenciar una idea de una historia. Una idea es la chispa, un brillo, pero puede quedarse ahí por mucho tiempo. Para transformarlo en una historia debe ser evaluada por personajes, quienes tomarán esta idea y la convertirán en una historia.

Tener la idea es importante, recibir la visita del “ángel de la inspiración” como dicen en una TED talk, tiene mucho valor pero en realidad, lo que se requiere es mucho trabajo, ser constante y trabajar muchas horas delante de tu papel o tu pantalla.

No tengo rituales de escritura, más allá del hecho de que trabajo mucho mejor por la noche, que es más calmada. Mi perra Alicia, una Golden Retriever preciosa, me vigila amablemente por la noche y se asegura de que no beba demasiado café. Me gusta escribir sobre una mesa de madera y bajo la mirada atenta de una fotografía de mi abuela.

Lo que más ha influenciado mi trabajo como escritor ha sido mi apetito y fascinación por las diferencias con otras personas, distintas formas de vivir y pensar. Estas pueden asustarte o ser una increíble fuente de aprendizaje y marcar tu propia diferencia para hacer tu vida más bella.

Por eso he vivido en distintos países y de hecho, ahora mismo vivo en Nueva York. Hablar en otro idioma, conocer personas, descubrir costumbres diferentes y adaptarte a otro estilo de vida, es una manera de abrir tu mente y sentirte rico. Esto también lo aprendí de mi padre y me ha inspirado en diferentes novelas.

Trabajo mucho y lo hago sin ninguna certidumbre sobre si mi obra gustará. La escritura es una artesanía y antes de que salga alguna de mis novelas, me siento invadido por las dudas y con muchas molestias. ¿Realmente lo he terminado o me he equivocado en algo, o he contado mal algo? Son algunas de las cuestiones que me hago.

Al final lo que intento hacer en mis libros es infundir en ellos y en los personajes, los valores que se me han transmitido. Estos los comparte mucha gente pero, a pesar de ello, no los solemos encontrar presentes en la vida cotidiana.

Lo mejor que me pueden decir sobre uno de mis libros es que una sola frase les haya movido, o quizá que después de terminarlo recuerden a los personajes, que son a quienes yo tomo más cariño. 

Creo que mi hijo captó la idea de que nada es imposible, porque entre otras cosas, ahora mismo es el novio de la hija de Mick Jagger. ¡Eso sí que me parecía imposible! 

Mi hijo con Georgia May Jagger.

Bibliografía:

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