Todos sabemos que el perro es el amigo más fiel del ser humano.
En su gran mayoría son seres excepcionales que tienen mucho que enseñarnos. En mi casa, para aprender un poquito de ellos, hemos adoptado una perrita que hemos recibido esta misma semana. En honor a ella, una Golden Retriever preciosa, quiero traerte hoy la historia de dos héroes de cuatro patas que ayudaron a sus dueños invidentes (o sus amigos) a salir de las Torres Gemelas durante los atentados. Sus nombres son Salty y Roselle, dos perros lazarillo.
Hoy le cedo mi teclado a Roselle, la líder que salvó a más de 3o personas, para que te cuente cómo consiguió tal proeza en un día tan catastrófico, gracias a mantener la calma…
Mi nombre es Roselle, y soy una Golden Retriever-lazarillo. Es decir, un “perro-guía”. Mi amo, o mejor dicho, mi amigo, se llama Michael Hingson. Y hoy quiero contarte algo que nos pasó en un día muy peculiar, aunque antes déjame que te cuente cómo eran nuestros días.

Cada mañana Michael y yo madrugamos bastante. Bueno, la verdad es que yo remoloneo un poco más mientras él hace sus cosas por la casa: prepararse el desayuno, asearse, asegurarse de que he comido y de que tengo agua en mi plato… además lo ordena todo un poco para que su mujer no se disguste al volver de trabajar.
Cuando aparece ya vestido frente a la puerta sé que me toca intervenir. Me levanto y me sitúo cerca para que me agarre con firmeza. Cuando siento su mano, salimos al trabajo.
Conozco el camino perfectamente, incluso podría hacerlo con los ojos cerrados, pero los mantengo bien abiertos porque precisamente ese es mi papel. Soy su guía, su luz para atravesar la ciudad y llegar a su oficina. Le ayudo a cruzar la calle y a llegar a la vía del Metro por la que debe montar. Cada día hacemos el mismo recorrido por la ciudad hasta llegar a los edificios más altos de Manhattan.
Soy de los pocos perros que entran en el edificio y suben en el ascensor, rodeada de muchas personas. A veces coincidimos con Salty, otro perro guía de la misma raza (labrador retriever) y su compañero, Óscar. Ellos bajan 7 plantas antes que nosotros, que llegamos hasta la 78 (de las 110 del edificio) donde Michael tiene su oficina. Una vez en la mesa, yo me meto debajo y ahí me quedo todo el día mientras él le da golpecitos con los dedos a una caja que hace luces.
Para nosotros, Michael y Óscar son nuestra familia y nuestro propósito es cuidar de ellos, de la misma forma que ellos nos miman. Mientras nos ponen la comida, nos dan amor y caricias, nosotros hacemos lo que podemos por facilitarles vivir con un sentido menos. Y la rutina es parte fundamental del trabajo que hacemos.
Pero la mañana del 11 de septiembre de 2001 sucedió algo que aún hoy no termino de entender.
Empezamos el día como otro cualquiera, sentándonos cada uno en su sitio, Michael con su caja de luces y yo bajo su mesa. Empezamos la jornada a las 8.30 hasta que a los 15 minutos escuchamos un estruendo descomunal acompañado de un gran temblor.
”Buuummmmmm” se escuchó.
Mis oídos me pitaron durante unos minutos, tanto que me hacían bastante daño. Segundos después, todo empezó a nublarse y a oler a quemado.

Miré a mi alrededor y me di cuenta de que la planta entera había cambiado. Se habían roto trozos del techo, los muebles se habían volcado… Aunque lo peor llegó cuando sentimos que el edificio empezaba a tambalearse, como si fuera a caerse.
Eché un vistazo a nuestro alrededor. Veía a las personas nerviosas, mirando a todas partes, preguntándose qué estaba pasando. Algunos tenían la cabeza ensangrentada, porque se les había caído alguna luz o un mueble encima. Miraban a su alrededor y no entendían, estaban desorientados… pero mo se movían, estaban paralizados. Algunos de ellos incluso asumieron que iban a morir y empezaron a despedirse.
Estaba claro que permanecer allí no era una buena idea, pero no éramos conscientes del tiempo que teníamos.
Para mí estaba muy claro lo que había que hacer, así que me aproximé a mi amigo Michael para que me sintiera, que supiera que seguíamos juntos y estábamos vivos.
Yo continuaba calmada. Aprendí desde pequeña que la calma es muy valiosa, especialmente en los momentos más duros. Así que paso a paso, nos levantamos de la mesa y nos acercamos a las escaleras, abrimos la puerta y empezamos a bajar.
Los compañeros de Michael que estaban bloqueados nos observaron desde sus sitios y empezaron a seguirnos. Aquello les sacó de su letargo, se dieron cuenta de que se tenían que mover y de que podrían lograrlo.
Empezamos a bajar, paso a paso, sin perder la calma y manteniendo el ritmo durante casi una hora.
Se percibía el caos. El techo caía, se sentía el fuego y las escaleras se tambaleaban. Aún así, yo seguí bajando, liderando a mi grupo. Sabía que había que bajar, sin detenerse, a pesar de las distracciones, del aturdimiento y del miedo.
A medida que bajábamos se nos iban uniendo más personas que habían decidido salir e intentar salvarse..
Cuando llegamos a la calle un agente empezó a gritarnos. Intuyo que nos insistía en que abandonásemos la zona, porque mi dueño me cogió en brazos y empezó a correr como nunca.
10 segundos después, se escuchó otro ruido, esta vez mucho más grande, acompañado de un temblor en el suelo tan bestial que rompió todos los cristales de la zona… Las calles se volvieron grises y oscuras, como si alguien se hubiera llevado el Sol.
Conseguimos salir y llegar a casa, Michael y yo, junto a otras 30 personas que casi habían decidido tirar la toalla.
Después supe que Salty entendió el peligro desde el primer estruendo, y empezó a ladrar a Óscar para que reaccionara, se levantara de su mesa y bajara las escaleras desde la planta 71. Este, temiendo no salir a tiempo del edificio, liberó a su amigo y le ordenó que se fuera para que corriera más rápido, pero Salty eligió desobedecer, permaneciendo a su lado, hasta llevarlo de vuelta a casa.

Nosotros conseguimos salir justo a tiempo, antes de que el edificio se desmoronase.
Continué en mi labor de guía unos años más, hasta que me retiré en 2007. Aun así, seguí viviendo con mi amigo Michael, que me cuidó y me quiso el resto de mi vida.
Mi amigo y Salty y yo recibimos medallas por nuestros «actos heroicos», y muchas personas desde ese día dijeron que somos héroes. Pero hicimos lo que era natural para nosotros, lo que hemos aprendido desde cachorros: acompañar a nuestros amigos hasta el final, impedir que mueran. Y lo hacemos cada día por amor. Porque los queremos sean como sean y hagan lo que hagan. Somos leales hasta el final.






Bibliografía:
- https://intriper.com/conoce-al-perro-que-salvo-a-su-dueno-ciego-y-a-otras-30-personas-durante-los-ataques-del-11-s/
- https://lamenteesmaravillosa.com/historias-de-perros-que-han-hecho-historia/
- https://www.oxitocinamagazine.com/2020/04/torres-gemelas-salty-el-can-heroe-del.html
- https://es.wikipedia.org/wiki/Salty_y_Roselle