Todavía me pregunto cómo es posible que tantas, tantísimas personas (entre las que me encuentro), abandonen mientras son jóvenes sus sueños de dedicarse a aquello que les apasiona, sólo porque otros han corrido mala suerte, o porque digan que no se puede vivir de ello.
Vivienne es un ejemplo de mujer que renunció a su pasión por el diseño y el arte hasta que su corazón no le permitió continuar otro camino que no fuera ese. Cuando se atrevió a cuestionar su paradigma de que “del arte no se puede vivir”, se comprometió poco a poco con él hasta que consiguió no sólo vivir de sus diseños, sino ser una referente en el mundo de la moda, una de las diseñadoras más influyentes e innovadoras, y además, una defensora y activista del medio ambiente y derechos humanos.
Después de haber vivido 81 años intensos y fiel a sí misma (al menos desde que adquirió la confianza para hacerlo), ha fallecido hace unos días en su casa en Clapham, South London.
Aquí le cedo el teclado para que sea ella misma la que te lo cuente…
«Nací el 8 de abril de 1941 en Derbyshire, Inglaterra (como diría Jane Austen, la zona en la que Mr. Darcy tenía sus propiedades), hija de un zapatero y de una mujer tejedora de ropa de algodón. Eran dos personas muy hábiles con las manos, pero no tanto con los libros.
Yo era una niña muy normal hasta que, cuando tenía 17 años, mis padres decidieron mudarse a Londres. Allí empecé a interesarme en el diseño y decidí ingresar en la escuela de arte Harrow, que hoy es conocida como Universidad de Westminster, una de las más prestigiosas escuelas de arte. Esto nunca habría sucedido si mi familia hubiera decidido quedarse en Derbyshire…
Ya por aquél entonces empecé a vestirme de manera poco convencional y a probar con mi apariencia. La vida está hecha para probar, para arriesgarse, para vivir al máximo, así que yo probaba con mi cuerpo y mi imagen.
Sin embargo, al poco tiempo de empezar me di cuenta de que una carrera en este sector no sería tan lucrativa como esperaba. En aquél momento no sabía cómo una mujer de la clase obrera como yo podría llegar a vivir del arte, así que abandoné ese camino. Necesitábamos ingresar más dinero en casa, y lo dejé después del primer semestre para buscar algo más lucrativo.
Hice unos cursos de mecanografía y empecé a trabajar como secretaria para pagarlos y ahorrar algo de dinero. Durante el proceso volví a cambiar de opinión, dejé los cursos e inicié los estudios para convertirme en profesora de escuela elemental. Pronto empecé a trabajar como profesora a tiempo completo.
Mi trabajo me gustaba, estaba muy satisfecha, pero sabía en el fondo que mi pasión seguía siendo el diseño. Durante el día daba clases y por la noche diseñaba joyería en casa. Los fines de semana llevaba mis creaciones al mercado de Portobello para venderlas. No hacía mucho dinero con ellas, era mi forma de mantener mi sueño con vida.
En mi cabeza seguía escuchando una vocecita que me empujaba a vivir una vida más práctica y unida a mi pasión. Por eso, en 1962 me casé con Derek Westwood, un guapo modelo que aspiraba a ser piloto. En realidad no estaba enamorada de él, pero tenía miedo de dejar una persona que me hacía sentir tan cerca de este sector. Tuvimos un hijo el primer año de estar juntos, y aunque él era un padre muy atento y un buen marido, me aburrí muy pronto de este rol doméstico. Sobre el papel todo iba bien, pero en el fondo yo sentía que no estaba dando lo mejor de mí, alcanzando mi máximo potencial. Sabía que necesitaba un cambio drástico, que no podía seguir así más tiempo.
No era feliz cuidando sólo de mi hijo, necesitaba saber más del mundo, así que nos separamos a los meses de haber dado a luz.

Mi vida cambió cuando mi hermano me presentó a uno de sus amigos más cercanos, Malcolm Mclaren. En muchos sentidos Malcom vivía la vida que yo siempre quise vivir. Era estudiante de arte en Londres, trabajaba en una boutique fashion-punk llamada Paradise Garage (Garaje Paraíso), y su mayor pasión era el rock and roll. Yo lo veía como un espíritu libre y eso era lo que yo quería para mi vida. Nos enamoramos y empezamos una relación en 1965.
Malcolm me daba la libertad que yo siempre quise tener. Todavía trabajaba como profesora de colegio, pero él me daba la excitación que estaba esperando, pero en realidad, esto era sólo el principio.
En 1971 Malcolm y su amigo Patrick Casey se adueñaron de Paradise Garage. La boutique era completamente suya. El primer movimiento que hicieron fue bautizarla como Let It Rock, cuyo nombre pensaban que hablaba directamente a los clientes que venían a comprar, los que se conocían como “teddy boys”, una palabra que describe a la juventud inglesa de aquél período, quienes estaban profundamente inmersos en el mundo del rock and roll, tenían un espíritu rebelde y una forma diferente de vestirse que incluía chaquetas con adornos, faldas de tubo, cuero, zapatos bastos y una paleta de colores negra, y un peinado un poco cuestionable.

Mientras los dos amigos lideraban la tienda, yo diseñaba la ropa que se vendía en ella. Esta fue mi primera incursión en el sector de la moda antes de convertirme en diseñadora. He de admitir que tenía muy buen gusto y una gran sensibilidad para comprender lo que la gente deseaba. Sobre todo diseñaba camisetas con dibujos, pero lo más interesante de sus modelos era lo provocadoras que resultaban. No sólo para entonces, sino que serían también provocativas ahora. No tenía ningún problema en forzar los límites de lo que era aceptable.
Cada pieza tenía algún mensaje o sentido social o político, lo que resultó ser un tema habitual en mi trabajo. Siempre me ha preocupado la política y las injusticias sociales y he tratado de contribuir a mejorar la sociedad a mi manera.
Algo que yo hacía y que me diferencia como diseñadora es que no sólo creaba estas ropas, sino que también me vestía con ellas. Cambié por completo mi estilo a partir de ese momento. ¡Me corté el pelo muy corto y decidí dejar mi empleo como profesora!
Siempre había creído que una carrera inmersa en el arte no sería posible ni rentable, pero ahora empezaba a pensar que nunca lo sabría a ciencia cierta salvo que lo intentase. ¡No lo sabes hasta que no lo intentas!
Y así me convertí en una diseñadora a tiempo completo.

Empecé a probar nuevos modelos y dejarme llevar con todo tipo de prendas, pero cuanto más me liberaba y diseñaba lo que me apasionaba, más tenía que luchar con la identidad de la tienda de mi pareja. Yo estaba convencida de que la cultura de los teddy boys sería una moda pasajera, e incluso estaba en contra de la ideología que defendían. Así que mi ropa dejaba de estar alineada con su espíritu. Por ejemplo, yo defendía la rebelión siempre que fuera para apoyar una causa justa, pero esta ideología simplemente la defendían por revelarse, sin ningún otro fin.
Malcom y yo estuvimos pensando en maneras de dar un giro a nuestras marcas y por eso en 1973 cambiamos el nombre de la tienda a “Too fast to live, too young to die”, pero como no nos terminaba de encajar, en 1974 volvimos a renombrarla como “Sex”. Y aunque es un nombre muy simple, fue un movimiento de marketing brillante. Llama mucho la atención, es corto y fácil de recordar y es muy provocativo.
Yo sabía que lo importante es llamar la atención y sabía exactamente cómo hacerlo con mis diseños. Cuando me ponía a diseñar una pieza nueva, me preguntaba a mí misma: “si estuviera en la primera línea frente a un escenario de rock, ¿qué llevaría la gente a mi alrededor?” Entonces cogía todo lo que venía a mi mente, le daba mi estilo y lo hacía realidad.
En unos años, Sex se convirtió en la boutique de rock más famosa de todo Inglaterra. Venían fans del rock de todo el mundo, incluso algunas leyendas.

A pesar del éxito de la tienda, Malcom sólo pensaba en su sueño de tener éxito en el mundo de la música. En un futuro lo conseguiría, pero en este momento se centraba en llevar la carrera de otros músicos. Yo incluso diseñaba los outfits de algunos de los grupos con los que trabajaba. Para captar a sus clientes se quedaba en la tienda, donde llegaban sólos. Le servía para captar talentos. Incluso eligió varios músicos que le gustaban, clientes de la tienda, y los unió para crear el grupo de rock, “Sex Pistols”, cuya canción más conocida es “God Save The Queen”. Llegaron muy lejos, convirtiéndose en una leyenda para los fans de esta música.
Y como nacieron de la tienda, obviamente vestían mis diseños. Así que conforme su fama crecía, también crecía la mía. Aunque durante el tour que hicieron en 1978, después de que uno de los integrantes se retirara a cambio de la entrada de uno nuevo, el grupo empezó a separarse. A pesar de estar juntos pocos años tuvieron un impacto innegable en la cultura inglesa, donde yo jugué un papel importante. Fue el final de los Sex Pistols, pero el comienzo de mi carrera profesional.
Es importante destacar que hasta este momento todavía mi marca propia no existía. Simplemente creaba piezas que me gustaban y las vendía en la tienda, pero me mantenía detrás del telón. Pero sabía que si de verdad quería convertirme en una diseñadora, esto tenía que cambiar, tenía que dar un paso al frente y darme a conocer. Por eso me puse a trabajar en mi propia marca.

El primer paso fue renombrar de nuevo la boutique. En 1981 hicimos el cambio y la llamamos “World’s end”, el quinto nombre que tuvo la tienda en 10 años. Sí, esto no suele ser muy bueno para generar una marca fuerte, pero ya no lo hemos vuelto a cambiar. El local tiene un escaparate que se convirtió en uno de los más icónicos del mundo de la moda. Es muy simple pero a la vez, el reloj marcando 13 horas inspira una sensación de fantasía que está muy en línea con mi estilo de moda.

A la vez durante el mismo año preparé mi primer desfile. ¡Por fin! Mi primera colección en la London Fashion Week estaba inspirada en piratas. La colección fue un éxito no tanto por ser buena, sino porque era diferente a lo que todo el mundo estaba haciendo en ese momento. Esta fue la colección que empujó mi carrera.
Y cuando mi vida profesional parecía coger ritmo, la pareja en cambio se desmoronaba. En ese momento mi marca no era solo yo, sino que la compartía con Malcom, no obstante era yo quien me llevaba toda la atención del público. Esto volvía a Malcom completamente celoso, e incluso llegó a decirme que yo no era más que una secretaría y que le debía todo lo que estaba consiguiendo. Me dejó muy claro que sin él, no era nadie. Así que lo dejamos en 1983.
Esta fue una época muy dura para mí, pero a la vez fue el momento más bonito de mi carrera, en el que todo empezó a despegar. Todo cambió cuando Madonna eligió mi ropa para un shooting. Este detalle me dio a conocer entre la gente, aquellos que estaban fuera del sector.
Durante los 80s continué evolucionando mi estilo, volviendo a traer prendas en desuso y poniéndolas de moda, cambiando mi logo, etc.
Y con todo, los 90s fueron aún más agitados para mí. Comencé mis primeras colecciones para hombres y creando prendas para el público en general. Esto me hizo una de las diseñadoras más innovadoras de la época. Incluso me nombraron “diseñadora del año” en 1991. Un año después la Reina me felicitó y me otorgó el premio “Most Excellent order of the British Empire”, uno que entregaba a quienes consideraba que más habían contribuido a la sociedad.
Cuando fui a recoger el premio, la prensa capturó una foto de mi trasero comprobando que no llevaba ropa interior. Aquello les enfureció y me acusaron de burlarme de la reina. Ella, con toda su sabiduría, se lo tomó a broma y me volvió a entregar otro premio en 2006. Así quedó muy claro que yo no cambio por nadie. Soy como soy.
En el 93 volví a casarme, esta vez con Andreas Kronthaler, mi asistente. Con los años fue mejorando su carrera hasta convertirse en Director de una de mis líneas de ropa.
En aquel momento yo no tenía ningún problema en elegir a las mejores modelos para mis desfiles. Para uno de ellos elegí a la gran Naomi Campbell cuando ya era muy famosa. Aquél día todos los ojos de la prensa estaban atentos… y ¡Naomi se cayó desfilando con mis prendas! Una de las pesadillas de cualquier modelo. Ella, como buena profesional, no perdió la sonrisa en ningún momento y alegó que el problema no fueron los zapatos, sino las medias que estaban hechas de goma, y al rozar sus piernas por error, se pegaron un poco y perdió el equilibrio. Le dio mucha vergüenza, pero se levantó sonriendo y continuó con su trabajo. Si bien en aquel momento pareció un error horrible, las imágenes se hicieron virales y ahora es uno de los momentos más memorables de la historia de los desfiles. Curioso que lo más duro a veces resulta ser buenísimo para ti, ¿no?

Una año más tarde tuve a Kate Moss entre mis modelos, y decidí sacarla al desfile comiéndose un cono y vestida sin camiseta como Marie Antoinette, última reina de Francia antes de la revolución. Un guiño contra la monarquía europea.
Si te das cuenta, en lugar de aprovechar a una modelo tan famosa como ella para ponerle mis mejores prendas, la utilicé para lanzar un mensaje político. Y eso dice mucho de cómo soy persona.

A la gente le gustaban mis diseños, pero sobre todo me querían a mí. Me entendían, les gustaba, me querían. No eran mis diseños, era yo.
A partir del año 2000 empecé a utilizar los desfiles para ser más activa en materia política y social. Apoyé muchas causas, pero los que más me movían eran el cambio climático y los derechos humanos.

Mi generación se politizó por el movimiento hippy. Los Punk nacieron como reacción al hecho de que aquellos que generaron la guerra de Vietnam todavía continuaban gobernando el mundo. No queríamos aceptar los tabúes o valores que ellos nos imponían. No podíamos soportar ni apoyar el sufrimiento humano, la mala gestión del mundo. Y ahora tenemos una crisis muy grave de cambio climático y el sistema financiero lo está empeorando. Es un círculo vicioso. Los ricos cogen dinero de los pobres y esto empeora igual el medio ambiente, a base de compras y productos inútiles.
A diferencia de los demás, yo realmente salía a la calle a protestar por aquellas injusticias que no podía tolerar. Sé que muchos diseñadores no lo hacían por miedo a la opinión pública, pero a mí me daba igual y gracias a eso precisamente fui haciéndome más popular. ¡Incluso terminé diseñando trajes para la aristocracia británica! Llegué a diseñar uno de los vestidos del videojuego Final Fantasy XV que se lanzó en 2016. Firmé un acuerdo con Asics para diseñar modelos de zapatillas. Colaboré con Richard Branson para diseñar los uniformes de su tripulación… E incluso le creé un sombrero a Pharrel, “el buffalo hat”, que se hizo viral y se llegó a comprar más y utilizarlos en diferentes ocasiones. La cadena de comida rápida Arbys les compró el primer sombrero a Pharrel por 44.000 dólares, porque se parecía a su logo, un dinero que se donó a la beneficencia.
Fundé muchas organizaciones y firmé colaboraciones con grandes firmas (como por ejemplo, Burberry) cuyos beneficios donamos a favor de las causas que nos movían.
Llegó un punto en que además de considerarme diseñadora, empecé a definirme como activista. Un aspecto de mí ayuda al otro, los dos están unidos.
Siempre fui fiel a mí misma y a la vez, siempre me he reinventado. Con el tiempo encontré el Tao, la filosofía con la que me siento identificada y he intentado promover sin saberlo a lo largo de toda mi carrera.

Y te digo una última cosa:
*Clica aquí si lo quieres ver en vídeo.
“Tu carácter es tu bolsa de herramientas. Sigue tu interés más profundo y conviértete en quien eres. Usa tus herramientas. Lo que quiere decir es que todos somos individuos completamente diferentes y todos tenemos nuestro peculiar potencial especial para convertirnos en nosotros mismos, para ser nuestra mejor versión.
Consigues lo que introduces. Se trata de auto-educación y educación.
Leer te da poder, y si tienes poder te interesas más por las personas, siempre tendrás cosas interesantes que decir, y siempre conseguirás trabajo.
Y quiero añadir que detrás de esta camiseta (foto abajo), parece que hay pintura salpicada, pero en realidad es la caligrafía china, la firma del Tao. Y Tao significa camino, significa tu camino sobre la vida. Así que esta es tu vida. Consigue una vida»










Historia redactada por Ana Fuentes.
Referencias: